¿Por qué algunos niños comen más verduras que otros?

Un estudio revela que el gusto por las verduras en la infancia no es innato, sino influenciado por el acceso, contexto social y experiencia previa.

Nutrición01/05/2025Equipo ObjetivoEquipo Objetivo

Niña con verduras en sus manos. Créditos: Freepik

Aunque las verduras son clave para una dieta saludable, su consumo en la infancia sigue siendo bajo. ¿La razón? No se trata solo de gustos personales. Investigaciones recientes lideradas por la Universidad de Chile revelan que el entorno social, el acceso y la exposición temprana tienen un rol decisivo en la disposición de los niños a comer verduras, más allá de sus preferencias innatas.

Los hallazgos provienen de dos estudios desarrollados entre 2022 y 2025 bajo el liderazgo de la académica Karinna Estay, de la Facultad de Ciencias Agronómicas de la Universidad de Chile.

El primero, se propuso comprender las preferencias infantiles como herramienta para fomentar el consumo de verduras y respaldar a la industria hortícola. El segundo, abordó específicamente la neofobia alimentaria —el rechazo a probar alimentos nuevos— en niños y su relación con la disposición a consumir verduras no familiares.

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Entorno y desigualdad: más que una cuestión de sabor

Ambos estudios se realizaron en 15 colegios de diversas comunas de Santiago, abarcando realidades socioeconómicas muy distintas —desde Lo Espejo y La Pintana hasta Ñuñoa y Las Condes—, y contaron con la participación de más de 600 niños y sus familias. A través de degustaciones, encuestas y grupos focales, se analizó no solo qué verduras eran aceptadas o rechazadas, sino también cómo influyen factores sociales y económicos.

Uno de los hallazgos clave fue que, ante verduras familiares, no existían diferencias significativas de gusto entre niños de distintos estratos socioeconómicos.

“Esto indica que el acceso y la disponibilidad, más que la aceptabilidad, marcan la diferencia en su consumo”, explicó la profesora Estay. Sin embargo, al introducir verduras desconocidas, los niños de contextos más vulnerables mostraron mayor resistencia, reflejando niveles más altos de neofobia alimentaria.

Niña comiendo brocoli y verduras en su plato. Créditos: Freepik

El poder de la exposición temprana

Desde una perspectiva biológica, se sabe que los niños tienden a preferir alimentos dulces y evitar los sabores amargos, presentes en muchas verduras. La profesora Estay lo explica claramente: “El gusto por las verduras no es innato, se adquiere. Y la exposición temprana y repetida es clave para desarrollar la aceptación”.

En los estudios, una sola experiencia de degustación fue suficiente para aumentar el agrado por verduras antes desconocidas. A pesar de ello, un 34% de los niños se negó a probar al menos una muestra, especialmente entre quienes viven en contextos con menos acceso a alimentos frescos.

Estrategias simples con alto impacto

Durante la jornada de cierre del proyecto, realizada el 11 de abril en la Facultad de Ciencias Agronómicas, se compartieron los resultados y se abrió un diálogo con representantes escolares y comunidades educativas. Las experiencias con huertas escolares, degustaciones guiadas y enfoques sensoriales desde el aula fueron presentadas como estrategias accesibles y eficaces para promover el gusto por las verduras.

El equipo de investigación, compuesto por Nayarette Arévalo, Gabriel Cortés, Claudia Espinosa, Francisca Escobar y Natalia Olivares, subrayó el valor de seguir investigando la relación entre percepción sensorial, sensibilidad oral y hábitos alimentarios infantiles.

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Una oportunidad para reducir brechas en salud

La baja ingesta de verduras en la infancia es una preocupación global. Según la Organización Mundial de la Salud, está vinculada al riesgo de enfermedades no transmisibles como ciertos tipos de cáncer, ACV y diabetes tipo 2.

En Chile, el Mapa Nutricional de JUNAEB 2024 evidenció una diferencia de más de 20 puntos porcentuales en obesidad infantil entre escolares de primero y quinto básico de niveles socioeconómicos altos y bajos.

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